La piel, nuestro principal órgano de belleza, tacto y sensualidad, desempeña un papel crucial al resguardarnos del exterior y protegernos de agentes nocivos. Regula el intercambio celular de oxígeno, agua y minerales, además de mantener la temperatura corporal idónea. Debido a su importancia, es esencial compensarla y mantenerla con los tratamientos más adecuados.

La piel consta de tres capas, cada una vital para preservar la salud de la superficie exterior de nuestro cuerpo:

  1. Hipodermis: La capa más profunda, compuesta por tejido adiposo que acolcha y sostiene las capas dérmicas superiores.
  2. Dermis: La capa media, responsable de la forma y elasticidad de la piel. El colágeno y la elastina son fundamentales, renovándose constantemente en una piel joven y sana.
  3. Epidermis: La capa superior donde ocurre la renovación celular esencial. En una piel joven, las células se renuevan cada 15-30 días, pero este proceso se ralentiza con el envejecimiento.

Con el tiempo, el envejecimiento de la piel es inevitable y altera nuestro aspecto y características cutáneas. Factores como la edad, hormonas, exposición al sol y consumo de tabaco provocan arrugas y pliegues, haciendo que la piel se sienta más frágil y menos elástica.

A medida que envejecemos, el contenido de Ácido Hialurónico disminuye, afectando la retención de agua en la piel. Las glándulas sebáceas pierden eficacia, resultando en una piel más seca, sin tono y brillo juvenil. Además, la fuerza de la gravedad contribuye al descolgamiento de la piel hacia abajo.

El rejuvenecimiento facial ofrece beneficios significativos, como hidratación, mejora de la textura, eliminación de manchas y arrugas, combate contra la flacidez, y remodelación de zonas específicas.